Un día un padre y su familia rica llevaron a su joven hijo a
una excursión al campo con la tenaz intención de mostrarle la pobreza en la
cual viven algunos. La familia pasó un día y una noche en la granja de una
familia muy pobre. Al volver de la excursión el padre preguntó al hijo, -¿Qué
tal el viaje?-
Cuales son las características de un desierto? Si nos vamos a la definición del mismo, encontraremos que se traduce en la inexistencia de vida, de producción. En el desierto parece que no puede salir fruto alguno. Y cuando lo trasladamos a nuestras vidas, comprendemos que cuando pasamos por un desierto, todo indica que nada saldrá de allí, nos encontramos en una etapa aparentemente improductiva.
Ahora, imaginemos por un momento la misma historia, pero en otro escenario y con otros actores. Nosotros lejos de Dios, él extrañando nuestra cercanía e inmersos en un largo viaje. Ocupados en los placeres de la vida, pero Dios siempre anhelando nuestro regreso, ya que tiene muchas cosas que contarnos y a la vez tiene grandes planes en sus manos para nosotros. Y llegó el tiempo del reencuentro, explota un mar de emociones encontradas, el gozo del Señor es nuestra fortaleza. Es cuando entendemos que nuestro lugar no es lejos sino cerca; nos damos cuenta que el estar distante tiene un efecto negativo, es mejor estás próximo a Dios. El abrazo del Padre, dando la bienvenida a un hijo, las lagrimas que salen son producto de la alegría que sentimos en el reencuentro. Usted puede imaginar el gozo de Dios al vernos regresar?.
Un hombre tuvo un hijo que, producto de un accidente, quedó
en situación de cama, inmóvil. La relación del padre y el hijo no fueron la
mejor, pero producto de ese accidente, el padre, quien previamente había tenido
un dialogo corto con su hijo, conoció al señor Jesús y le abrió su corazón. Ya
aquel hijo para esos momentos había dado el paso de fe, pero cuando su padre decidió
amar a Jesús con toda su vida, muchas cosas cambiaron y se dieron en positivo
para ambos. El cambio de su padre fue como si “se encendiera una lámpara en su
vida”. Catorce meses después, el padre muere. Aquel hijo, ahora joven
universitario, luego de este acontecimiento, aún sintiendo sentimientos de
inferioridad, producto de tantas situaciones por las que había pasado,
reflexionó. En medio de un campo, dijo las siguientes palabras: “Dios solo
tengo fracasos, pero si tomas mis debilidades y te glorificas en ellas, yo te
serviré cada vez que respire”. Ya para este momento se había recuperado y
vuelto a caminar.
Mi madre me decía mucho que tratara a los demás, como me
gustaría ser tratado. El anhelo de ser amado y valorado quizás sea uno de las metas
más importantes que los seres humanos tengan, el hombre busca muchas veces el
aprecio de los que están alrededor de él. Claro que por ser parte de una
sociedad, el hombre busca ese tipo de reconocimiento; saber que somos
importantes refuerza nuestra autoestima y valoración. Por eso debemos ayudar
siempre a otros a levantar su autoestima, hacer que todos a nuestro alrededor
se consideren importantes, valiosos, amado. La gente se sentirá bien siempre
que usted les ayude a ser útiles y a desarrollar satisfacción.
No se si han escuchado aquel refrán que dice: "Todo
depende del cristal con que se miren las cosas". Si lo aplicamos a la
forma de ver las situaciones a nuestro alrededor, parece que se refiere a esa
manera de observar nuestra realidad. Algunos verán el vaso medio vacío,
mientras otros lo verán medio lleno. Todo depende del concepto que tengamos de
las situaciones. Algunos pensarán que se encuentran en medio de una situación
difícil y sin salida; otro considerarán que la situación es dura, pero con
alternativas de victorias. 
El problema del enfoque muchas veces nos puede llevar a mirar la dificultad antes que la posibilidad. Como hijos de Dios debemos reconocer que muchas veces se nos vienen situaciones, que nos desenfocan de lo que verdaderamente es importante. En la lucha diaria por triunfar se nos presenta muchas contrariedades que en ocasiones nos desaniman y nos hacen perder la brújula. Es como un estremecimiento que viene a ponernos en aprietos, soplando una tormenta que empuja nuestro barco hacia la deriva, pero cuando tenemos a Dios con nosotros no hay nadie, ni nada que nos pueda detener. 
Quiero ilustrar este tema. Estuve viendo un vídeo del partido de Brasil vs Alemania, la semifinal del 8 de julio de 2014, donde el equipo europeo goleo al pentacampeón Brasil con 7 goles a 1. Los rostros de los brasileros fue impresionante, niños, mujeres y hasta hombres lloraban la derrota. Pero al final del partido quiero resaltar que un jugador quedó de rodillas y con las manos levantadas adoraba a Dios, ese fue David Luiz, junto al número 17 Luiz Gustavo Dias, mediocentro ofensivo. Algunos jugadores alemanes animaban a los quebrantados brasileros que se encontraban tendidos en la grama llorando la derrota. La pregunta es ¿Cómo se hace para sobrepasar este tipo de derrotas? Creo que Luiz Gustavo y David Luiz hicieron algo que todos debemos hacer en momentos similares, adorar a Dios, agradecer a Él y esperar otro momento para triunfar. Tenemos que levantarnos y no dejar que la derrota nos sobrepase, debemos sobrepasar esas derrotas. Ve a las rodillas, levanta tus manos y adora al Rey de reyes, quien prepara de seguro otra oportunidad donde la victoria estará de tu lado. Dos años después Brasil vence a Alemania en penales en los juegos olímpicos del 2016 y se convierte en medallista de oro.
El valor de este principio en la familia, negocios, trabajo, comunidad, iglesia es importante. Nos ayuda a compartir y crecer junto a otros, no importa si piensa o no igual a nosotros; aquí lo trascendente es saber que nuestra fe en Jesús nos mueve a estar unidos a otros y apuntar hacia la búsqueda de esas riquezas que la Palabra de Dios nos regala. La opinión de otros cuenta, más cuando estamos para honrar a Dios. La única verdad es Cristo.
